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EL RAYO DE PACO JÉMEZ CAYÓ , UNA VEZ MÁS, ANTE EL FC BARCELONA | FOTO: EFE

¿Y si pierdo?

En el fútbol el miedo también juega

Por: José Rubén Yerén

Twitter: @jryeren

Publicado: 2016-03-05

Ni el mejor futbolista del rival, ni su poderoso contragolpe. Ni atacar con muchos, ni defender con pocos. En el fútbol lo más peligroso es el miedo. Miedo a perder, se entiende. Son muchos los ejemplos de equipos que, asustados por los galones del rival, regalan pelota y espacio, esperando que el azar les ayude a encontrar aquello que no salen a buscar. No arriesgan, poniéndose sin darse cuenta más cerca del abismo que aquellos que sí. Pocos sobreviven. Felizmente. 

Porque si bien es cierto que hay mil maneras de ganar -y otras tantas de perder- siempre estará más cerca de la victoria aquel que más se atreva. Pelota solo hay una y, normalmente, el equipo que la tiene impone las condiciones. Claro: retroceder, esperar, someterse y correr detrás de la pelota también es válido. Y puedes ganar. Nada garantiza la victoria. Riesgos hay y habrá siempre; con la pelota y sin ella. Es una cuestión de elección.

¿Elección? No todos pueden, dirán algunos. Hay diferencia de niveles, se justificarán. Y puede que sea verdad. Imponer condiciones en el fútbol no está al alcance de cualquiera. Salir a una cancha -propia o ajena-, a apoderarse de la pelota y marcar los ritmos del partido exige grandes dosis de talento, calidad, técnica, pero también de personalidad, convicción y valentía. Atributos, estos últimos, asociados a la voluntad. No es, pues, una cuestión tanto de poder como de querer. Claro, saber controlar una pelota importa y mucho. Y no todos son dotados. Hay diferencias. Pero, entonces, ¿debe el más débil resignarse a asumir papeles de reparto?

¿Qué decimos de aquellos equipos que con mucho menos recursos deciden levar anclas pese a la amenaza de tormenta? ¿Tienen las plantillas del Celta de Berizzo, el Rayo de Jémez, el Dortmund de Tuchel o el Nápoli de Sarri más calidad, talento y técnica que las del Barcelona, Real Madrid, Bayern Múnich o Juventus? ¿Qué los hace tan competitivos y atractivos? ¿No será que hay ahí -además de trabajo- poco miedo a la derrota, mucho amor a la pelota y una enorme convicción en sus ideas? ¿Por qué no puede un equipo, por inferior que sea, plantarle cara a su rival, no temerle, disputarle la posesión de la pelota, atacarlo?

Morir en tu palo

Valentía y miedo. En cosas así pensaba mientras veía hace pocos días el baile que le dio el Atlético Nacional al Sporting Cristal por la Copa Libertadores. Fue 3-0. Quedó corto. Claro, aquí entra a tallar también la diferencia de nivel, talento e inversión. Pero también la convicción. Sí, Nacional es un equipazo. La técnica, movilidad, potencia y desfachatez con la que sus jugadores salen a divertirse (sí, divertirse) al campo los hace un rival tan fiable y competitivo como atractivo e inspirador. Pero convengamos también que Cristal le ayudó. Porque una cosa es matizar tu propuesta de acuerdo al rival y otra muy distinta, cambiarla. Y Cristal cambió.

Dejó de ser ese equipo mandón, obsesivo en su búsqueda de recuperar la pelota en campo contrario y quedarse a vivir ahí, pasándose la pelota entre compañeros buscando el gol, para convertirse en Medellín en un equipo sometido, que pobló la defensa y despobló el mediocampo, la antítesis de lo que hasta aquí mostraba el equipo rimense. Hay atenuantes: el nivel del rival, el gol tempranero, ser aún un equipo en construcción, la fatiga física producto de haber jugado tres días antes por el torneo local (brillante triunfo ante Alianza, por cierto). No obstante, queda la sensación que en Colombia los de Soso se alejaron de sus convicciones.


SPORTING CRISTAL MOSTRÓ POCA COMPETITIVIDAD EN SU VISITA A MEDELLÍN. | FOTO: EL TIEMPO

Tampoco es para patear el tablero. A un entrenador se le conoce en la derrota, así que Mariano Soso -34 años, apenas una treintena de partidos como DT, pero ideas muy claras- tendrá la chance de ratificar la fortaleza de sus principios.

En cosas como ésas pensaba también cuando veía al Rayo Vallecano caer goleado, una vez más, ante el Barcelona. Atrevido, inconsciente y con sus prolijas maneras de siempre, el equipo de Paco Jémez, lejos de encogerse contra su arco para quizá perder 3-0, va, busca y, claro, pierde igual. Qué más da encajar un par de goles más. O diez, como ante el Real Madrid. Pierde y seguirá perdiendo: de 20 partidos ante rivales de este fuste, quizá el Rayo gane uno. Entusiasma la convicción que tienen los de Jémez en que será al revés.

El riesgo de no arriesgar

Recordaba también el acorazado del que nunca se bajó César Vallejo en Sao Paulo –también en esta Libertadores-, sin disparar un solo cañón, pese a necesitarlo (tenía la desventaja de haber recibido un gol en casa). Casi lo mismo que Melgar en Chile o Santa Fe ante Corinthians, por citar solo a algunos de los muchos que hoy se atreven poco. Ojo: cualquiera puede perder. Pero hay formas. Ahí está Rosario Central, que arrolló a Palmeiras en Brasil en una clara demostración de buen juego y personalidad. Perdió, pero sin traicionarse. Se agradece, Coudet.

No es fácil salir a jugar así, la cara al viento y sin guardarse nada. Muchas presiones rodean este deporte y hasta cierto punto se entiende el temor. Perder un partido significa perder dinero, echarse encima dirigentes, hinchas, jugadores, y, claro, para el técnico, perder también el trabajo. Boca Juniors acaba de echar a uno de sus históricos, reemplazándolo por otro ilustre. ¿Cuántos partidos podrá perder Barros Schelotto antes que le pongan el cartelito de “Siguiente, por favor”? ¿Cómo puede un entrenador trabajar en medio de esta histeria futbolera? Así las cosas, no es raro ver tanta rigidez y cautela en las canchas: se cuida el arco propio, pero también el bolsillo. No siempre, menos mal.

Dicen que no hay entrenadores buenos o malos; solo los hay valientes y asustados. Quién sabe y, después de todo, ser valiente no sea necesariamente salir a atacar y fajarse en un heroico e inconsciente intercambio de golpes. Quizá valiente sea sostener tu idea contra viento y marea. A fin de cuentas, maneras de jugar hay muchas. Aunque los caminos siguen siendo los mismos de siempre.

El fútbol, como la vida misma, se afronta de dos maneras: conservar lo que tienes o salir a buscar lo que te falta. Lo peligroso es que el miedo te haga regresar a mitad de camino.


Escrito por

José Rubén Yerén

Comunicador, cinéfilo, viajero comodón y defensor del fútbol de ataque.


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Para qué se juega al fútbol

Porque el fútbol es un juego con el que se puede ganar dinero. Pero para ganar dinero tiene que ser juego. Si no se disfruta no es juego.